El verdadero profesional es aquél que se esfuerza para dar lo mejor de sí día a día con una amplia sonrisa, el que pone en práctica sus conocimientos y habilidades teniendo en cuenta a la persona que tiene delante. El que trata a sus clientes de la misma manera que le gustaría que le tratasen a él.
No es lo mismo trabajar en algo, que ser un profesional de algo. Lo primero es relativamente fácil, lo segundo requiere un esfuerzo extra y un aprendizaje continuo. Ser un buen profesional exige, entre otras cosas, compromiso, puntualidad, saber estar, innovar y mucho amor. El amor tiene que estar en aquello que hacemos, impregnar nuestro día a día para ser felices y hacer felices a los demás.
La profesionalidad, sin lugar a dudas, nos lleva al éxito en nuestro trabajo, quizás más lentamente que si optáramos por otros atajos. Pero, creedme, mi experiencia a lo largo de todos estos años como consultora de belleza me ha enseñado que crear tu propia manera de hacer las cosas, respetar al cliente y amar lo que haces, ayuda a que ese éxito laboral se convierta en algo sostenido en el tiempo.
Pero, ser profesional, no depende del puesto que tengas o de si actualmente estás trabajando o no. La profesionalidad es una virtud que todos somos capaces de desarrollar al margen de nuestra situación, es una mochila que podemos ir llenando de cosas buenas y de la que solo obtendremos satisfacciones. ¿Y tú? ¿Llevas ya puesta tu propia mochila?
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